Las normas son: nada de orgasmos, nada de penetración y… prohibido enamorarse.
Apollo es hetero, pero acepta ser empleado como “catador” en un burdel masculino, un paraíso hedonista llamado Shangri-La donde se exaltan las glorias del sexo y la vida. El trabajo de catador consiste en mimar a los prostitutos, que en el Shangri-La son llamados “pajaritos”. Los catadores ejercen de amantes para excitarlos y prepararlos física y psicológicamente antes de que reciban a sus clientes.
Phi, un joven que lleva ejerciendo la prostitución desde su turbulenta juventud, se encarga del adiestramiento de Apollo, que nunca ha mantenido relaciones sexuales con hombres. Su delicadeza en la cama provoca en el descarado Phi una inusitada curiosidad.
Y es que tanto el joven como sus compañeros del burdel se hacen la misma pregunta: ¿qué ha llevado a un hombre tan serio y formal como Apollo a un lugar como el Shangri-La?
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